florecillas al borde del camino

«[…] En un escrito muy anterior a las Tesis, en el «Fragmento teológico-político», están algunas claves de esta desconcertante experiencia anamnética. Ahí distingue un orden profano, que es el orden de la
felicidad de los vivos, y un orden mesiánico, que también tiene en cuenta la felicidad de los muertos. Ambos órdenes están representados por flechas que se mueven en paralelo pero en sentido opuesto:
una tiende a la felicidad y la otra a la redención. Lo que es importante en esta composición es la idea de que el orden de la redención (el destino de la felicidad de los fracasados) es fundamental para la felicidad de los vivos (orden profano). Si nada tuvieran que ver, entonces habría que dar la razón a Hegel (que la historia avanza pisoteando las florecillas al borde del camino) o a Darwin (que sólo sobreviven los mejores o más fuertes). Si los muertos no importan, entonces la felicidad no es cosa del hombre sino del superviviente. Si importa la vida de todos, entonces relacionaremos la vida frustrada de los muertos con los intereses de los vivos, negándonos a seguir un proyecto que supusiera el desprecio de los caídos. Cuando damos el paso de olvidar la muerte perpetramos un crimen hermenéutico que se suma al crimen físico. Nada impide entonces que apliquemos a la vida individual o colectiva el principio darwinista de que el sentido lo encarnan y lo señalan los mejores o más fuertes. Por eso el orden de la redención, que da importancia hermenéutica a las florecillas del camino, es decisivo para el destino de los vivos.»

Reyes Mate, Medianoche en la historia, ed. Trotta, 2009.

posibilidad de la memoria, memoria de la posibilidad

«[…] Llegamos así a la idea de que la realidad es facticidad y, también, posibilidad. Tomemos el tiempo del franquismo. La realidad de España no era sólo lo que ocurría con los protagonistas que la habitaban, sino también la sombra de la República que acompañaba a todo ese período como el proyecto que pudo ser y que al ser frustrado se hacía presente como posibilidad alternativa a la dictadura del momento. Esa som-bra, en su impotencia, era una colosal crítica a un régimen que gracias a ese pasado no podía recibir legitimación histórica, aunque durara medio siglo. La mera posibilidad da vida a un pasado que parecía finiquitado porque su «ausencia» cuestiona la legitimidad de lo fáctico al tiempo que permite a la injusticia pasada hacerse presente como demanda de justicia. Porque el pasado pudo ser de otra manera, lo que ahora existe no debe ser visto como una fatalidad que no se pueda cambiar. Y si el presente tiene una posibilidad latente, que viene de un pasado que no pudo ser, entonces podemos imaginar un futuro que no sea proyección del presente dado, sino del presente posible.

Si el sujeto del conocimiento es el oprimido que lucha o el que sufre y se rebela, y el objeto del conocimiento es el hueco o vacío disimulado tras la contundencia compacta de lo fáctico, cabe sospechar
que este tipo de conocimiento va a ser de difícil acceso. La puesta en juego de la posibilidad no es mecánica sino que exige la mediación del testigo que pasa a ser testigo de la realidad integral y, por tanto, de la verdad. Es sorprendente la naturalidad con la que se asocia en derecho testigo con verdad y lo reacias que son las teorías filosóficas de la verdad con el testimonio, desechado por subjetivo. Aquí se
estaría insinuando una teoría de la verdad necesitada de testimonio porque sin él no habría noticia de lo que se ha perdido. Estaríamos ante un tipo de verdad que necesita ser verificada o reconocida.

Para romper la contundencia de lo fáctico el conocimiento benjaminiano necesita armas nuevas. Dice Horkheimer a Paul Tillich, en una carta de agosto de 1942, que «la ciencia es estadística. Al conocimiento le basta un campo», de concentración, se entiende. La ciencia deriva su conocimiento de una consideración de todos los hechos, mientras que para esta teoría del conocimiento, un solo hecho, pongamos la prisión de Guantánamo, basta para asaltar la fortaleza de lo fáctico y descubrir el secreto de una concepción de la verdad que tenga en cuenta todo lo que se frustra en ese lugar.»

Reyes Mate, Medianoche en la historia. Comentarios a las tesis de Walter Benjamin «Sobre el concepto de historia», ed. Trotta, 2009, págs 21-22.

desde la perspectiva del paria

«[…] El sujeto en el que él piensa no es un sujeto anestesiado, sino alguien que asume conscientemente su experiencia de sufrimiento y lucha contra sus causas. Aunque Benjamin revista a este sujeto del conocimiento con la vitola del materialismo histórico, no está pensando en el proletariado de la lucha de clases. De él tomaría su actitud beligerante contra la opresión, pero de él se distancia en lo esencial. Si Marx hacía del proletariado el sujeto de la historia es porque ya ocupaba, en el sistema capitalista de pro-ducción, el lugar central del sistema. Era su poder lo que fascinaba a Marx. Pero el sujeto benjaminiano es central por su debilidad. Es el lumpen, el que sufre, el oprimido, el que está en peligro, pero que lucha, protesta, se indigna. Ese es el sujeto que puede conocer lo que los demás (el que oprime o manda o pasa de largo) no pueden conocer. Su plus cognitivo es una mirada cargada de experiencia y proyectada sobre la realidad que habitamos todos. Esa mirada es la que puede decir, dentro de un Estado social de Dere-cho, que ahí los oprimidos viven en un permanente estado de excepción o que lo que para la mayoría es progreso es en el fondo un proceso de ruinas y cadáveres, como dice el ángel de la historia de la tesis IX. Las imágenes se suceden para explicar esta capacidad cognitiva del sujeto que sufre. Conocer es disponer de una agudeza visual, capaz de ver en objetos, situaciones o acontecimientos que todos miramos algo insólito. Es una mirada que conmueve las seguridades establecidas que sirven de fundamento a la vida en común, incluso en democracia.»


Reyes Mate, Medianoche en la historia. Comentario a las tesis de Walter Benjamin «Sobre el concepto de historia», ed. Trotta 2009, pág. 20 y ss.